domingo, 25 de marzo de 2012

Multa

La historia de ayer, no quedaría bien concluida, si no os contara qué pasó cuando la policía vió parar en una gasolinera, de madrugada, a dos extranjeros (Cuba y Palestina juntas forever), de dudosa apariencia, uno de ellos sin zapatos, que afirmaban volver de Vitoria (jua, jua).
Creo que aparte de preguntarles más cosas que Isabel Pantoja a su futura nuera, les rebuscaron drogas hasta entre los vellos del sobaco... eso sí, multaza de 200 euros por haberse pasado 5 días la ITV. Un saludo, desde aquí, a tan amables y eficaces fuerzas del estado.
Tras esa buena noticia, encima sin llegar a casa todavía, y los paseos nocturnos de la mediana, me he levantado por la mañana de lo más despejada, para emprender con sosiego y gran alegría el nuevo y prometedor día.
Una vez más, no me han defraudado. No son capaces de mantenerse ordenados, callados, tranquilos, sin conflictos... ni un décima de segundo, ofreciéndome tal jornada que creo que mañana, a las 22 horas, tras salir del trabajo, voy a irme a un hotel a dormir.
Además, también está la opción de un convento, que en cualquier momento puede llegarle a una la vocación...
La pequeña ha seguido con su técnica, en más de tres ocasiones, de llorar sin parar,( una de las veces porque quería "goler" la colonia, cogiendo ella el frasco para romperlo), con el fin de que alguien decida colocarle  Kilómetros de cinta de carrocero alrededor de la boca, en el mejor de los casos.
La mediana no quería hacer sus deberes, no quería volver a casa, no quería el zumo que se había pedido para almorzar, diciéndole al camarero que le diera otra oportunidad, y que el zumo erróneo me lo bebiera yo, o su padre, allí en su tranquila guardia (sí, aprovecha para descansar que verás lo que te espera...) .
El mayor no ha desayunado con nosotras, porque estaba en casa copiando cincuenta veces: no comeré galletas del tarro por mi cuenta, y otras cincuenta: no imprimiré en color fotos que me hago sin permiso en el ordenador de mis padres, porque gasto el toner y me van a matar... Además ha aprovechado para sustraerle a su hermana, a escondidas, parte de su "pedorreta"(para nosotros era blandi blub) naranja, y encerrarse en el cuarto de baño para incrustar el material en mi toalla de manos, momento en el cual, lo he subido a su habitación entre gritos ya afónicos, (porque no atienden a tonos de cantante, y precisan los de una soprano), indicándole claramente lo que pensaba de él (espero que de mayor se le olvide).
Los he llevado a un parque de bolas cercano, para poder cambiar las camas meadas, guardar ropa y poner la tercera colada del día, así como para sacar dinero y poder pagar a su vez lo de las bolas... Aunque no estaría mal que se los quedaran por no pagar.
Bañados, cenados y dormidos, voy a colocar mi organismo sobre un colchón un indeterminado e ineficaz período de tiempo, hasta que, unas hormigas rojas, decidan comerse al hámster, o unos zombies malvados nos ataquen el día de nuestra boda...


sábado, 24 de marzo de 2012

Soltera

Duermen, por fin.
La pequeña sigue sollozando en sueños, tras tirarse más de una hora de reloj llorando (no, no es una forma de hablar, se trata de una hora real, con sus sesenta minutos y correspondientes segundos). El motivo, da igual, porque se trata de llorar por gusto, pero en este caso la excusa era que quería la caja donde va la vacuna del hermano, a la que preferiría que no accediera, para no desperdiciar 100 euros, si cayera al suelo y se rompiera.
El día empezó tiznado, como siempre, con la mediana en mi cama, queriendo desayunar a la hora en que otros muchos se recogen a dormir.
Intenté que se divirtieran disfrazándose, para lo cual , subí la pesada caja con disfraces al piso de arriba. Error de nuevo, porque nada les contenta, sacando todo de la caja, sin aclararse ni con el disfraz que querían ponerse, pisándolo todo, y en medio del desconcierto, entrando y saliendo del cuarto de baño, para realizar actos tan viles como el del mayor, que creyendo que se iba a poner colonia en el pelo por su cuenta, ha estado a menos de medio segundo de echarse el quitaesmaltes de la abuela.
Desesperada, los he vestido (acto tedioso y descortés que no voy a describir), y hemos salido a la calle, en busca , realmente, de encontrar a alguien por el camino que quisiera hacerse cargo de ellos, llevándome mis pasos hasta la Biblioteca Regional.
No vayáis a creer que han sido capaces de leer nada. Han desbaratado de su sitio un sinfín de libros, han meado, se han lavado las manos , pese a decirles que no lo hicieran, y cuando decidía volverme, ha aparecido mi salvación: alguien vestido de triángulo verde, denominado "Mec, Mec", ha cogido a todos los niños, cual flautista de Hamelin, y los ha metido en una habitación cerrada a cal y canto, con cristaleras tapadas por cortinas, para contarles un cuento y que dibujaran una hora.
Mis plegarias habían sido escuchadas...qué paz y sosiego interior he disfrutado.
Entonces, he pensado en lo bien que estaría soltera (de ahí el título de este relato), con todo el fin de semana que tenía yo libre, y para lo que me he quedado...
Al acabar, de nuevo los problemas: han salido de rotulador hasta las pestañas. Bueno, no todos han salido. La mediana, yacía en el suelo llorando por no haber terminado de pintar el monstruo verde moteado, y me ha costado sacarlos del lugar un buen rato.
Por el camino, he sido obligada a comprarles un chupchups, y no contento con ello , el mayor, se ha dedicado todo el camino de vuelta (y también el de ida) a pedir cosas para que se las comprara, a la vez que a la pequeña se le caía el caramelo al suelo y rompía a llorar y moquear. Lo de tirarlo a la basura no valía, porque se encabrona más y me toca llevarla en brazos hasta casa (cosa que al final ha ocurrido, de todos modos, para conseguir llegar y obligarlos a dormir la siesta bajo gritos y amenazas...), por lo que me he metido con ellos en una panadería, para que se lo lavaran bajo el grifo, aprovechando mientras, todos, para pedir de nuevo que les comprara aquello que veían, subiéndose al mostrador, solicitando agua, consiguiendo, al final, que yo le dijera al muchacho que no tuviera hijos nunca, saliendo de allí cada vez más exasperada.
Hemos llegado, y tras comer y acostarlos, he decidido echarme a la calle, (siempre gracias a mi suegra), para quedar con la segunda principal comentarista de mi blog, y tomarnos un café y comprarnos ropa de lo menos glamourosa o cara, porque total, a donde salimos, con ir limpias es más que suficiente...
Por cierto, mi marido ha pasado todo el día fuera, con uno de los cubanos que duermen en mis camas cuando "les sienta mal la bebida" ( un saludo a ambos), con una excusa de lo más peregrina. Mañana, por supuesto, tiene guardia, lo que dará seguro para otra historia de madre desquiciada.

viernes, 23 de marzo de 2012

¡ A la playa!

Saliente de guardia, como no podía ser de otra manera, cogemos a lo loco cosas en bolsas, porque hemos decidido pasar el puente fuera de casa, en un pueblo playero, donde disfrutamos de una casa prestada (por la principal comentarista del blog), siendo mejor opción que gastarse en un hotel 200 euros por noche en el mejor de los casos (recordad que tenemos que alquilar dos habitaciones comunicadas, porque en una no nos permiten meternos, y más si nos conocieran, momento en el cual, ni siquiera nos dejarían entrar en el recinto...).
Sí, por primera vez en todo el año, los padres coincidimos tres días de fin de semana juntos en casa.
La cosa prometía, de modo que nos dirigimos todos, jovialmente ( absoluta mentira, pero debo intentar que el inicio de la historia sea agradable...), hacia la ubicación elegida.
Baja del coche, tras llegar, a los zagales, las bolsas, las maletas, y consigue subir, y abrir la puerta,( no tan fácil con ellos metiendo cuerpos y cabezas por en medio, aprovechando para  canearse, empujarse o tirarse de los pelos).
Abro por fin, y se dispersan, por toda la casa, como las raíces de una planta, con fines poco constructivos.
En un momento, mientras intento guardar en su sitio ropa y comida, las camas están deshechas, los juguetes en el suelo, quejas de si el DVD funciona o no, papeles tirados por el balcón, la pequeña ya se ha mojado las manos con el agua del bidet...
Creo que no es momento de dormir por la mañana (aunque quisiera), por lo que nos vamos a la playa, porque hace sol, aunque algo de viento y de fresco.
Compramos unos cubos con rastrillo y pala en una tienda de productos asiáticos, denominada vulgarmente "chino", y aparecemos en la playa, a pasar un rato de, según pretendíamos, paz espiritual.
Comienzan a jugar en la arena-piedras, mientras me siento en una toalla, con gafas de sol, arrepintiéndome de haber dejado en casa el abrigo.
Tengo frío, pero esa temperatura no es detectada por esos tres pequeños acúmulos de piel y vísceras, porque en la siguiente imagen, se han quitado toda la ropa, sin preguntar, y juegan en bragas y calzoncillos ante el estupor de los  clientes de los bares del paseo de la playa, comenzando enseguida a tantear el agua, para ver si se meten. El niño, a todo esto, con estornudos, tos y pitos.
La mediana aprovecha para echarle piedras a su hermana dentro de los ojos, que son lavados por el motor de nuestras vidas con agua de mar, estupenda para calmar los gritos y llantos de la vilipendiada.
Empieza la retahíla entonces: me quiero bañar, porqué no me puedo bañar, si yo no tengo frío, me quiero bañar... hasta conseguir la claudicación de una madre agotada física y psicológicamente y un padre de dudosas convicciones, acerca de si esto era su paraíso soñado.
La siguiente escena me recuerda a la película de Quentin Tarantino, Reservoir Dogs, porque todo el mundo en el paseo, se queda mirando a un grupo, que avanza sin titubear,  consistente en una señora despeinada, que, helada de frío lleva una camiseta de su marido encima de su ropa, de la talla 5XL( que se dice pronto), acompañada por tres niños desnudos, con los pelos chorreando, de la mano, con una toalla encima, y un , digamos enorme señor, con un pantalón negro de chándal remangado hasta la rodilla, como único atuendo, cargados además con zapatos, cubos de playa, bolso, ropas mojadas en las manos...
Hubiera merecido la pena grabar los rostros de los allí presentes. Puntualizo que nadie se estaba bañando el día de los hechos. Doy por tanto inaugurada la temporada playera del 2012.

viernes, 9 de marzo de 2012

Un día cualquiera

6.50, suena el despertador. En mi cama hay un ser femenino, que parecía profundamente dormido, pero que no ha parado, durante toda la noche, de realizar todos aquellos movimientos que, por desgracia, no realiza en clase de piscina (siempre me pilla en la peor parte del sueño, no encontrándome capacitada, cuando me pregunta: mami, ¿puedo dormir contigo?, para llevarla a su cama, y que allí disfrute ella solita de tan insistentes y torturadores movimientos).
Con el mayor sigilo, me dirijo hacia la cocina para intentar desayunar antes de que aparezcan las bestias, cosa que casi nunca ocurre...
 Después de unos puntos suspensivos, salgo de casa hacia mi apasionante y agradecido trabajo. De camino, una de las máquinas del Ayuntamiento, de esas que atacan a la gente por la calle, arrojándoles agua, polvo y objetos, irrumpe en mi recorrido, teniendo que desviarme. En breve, noto cómo mis zapatos se hunden en el barro (creo que el día no está empezando lo bien que debiera, aunque a lo mejor, esto es sólo una apreciación personal), volviendo al camino inicial, antes de que la gigantesca aspiradora me ataque por la espalda.
A la altura del parque, el barrendero "amigo", se interesa, como siempre, por mis turnos de trabajo, intentando decirme algo que me haga sonreir ( ¿sabrá su jefe que habla más que barre?).
Al llegar a mi destino, comienza una jornada con algunas urgencias hospitalarias que ni el mismísimo House sería capaz de resolver: "mi amiga me ha dado una pastilla para abortar, de las que ella usa habitualmente, y, cuatro meses después, viendo que no me viene la regla, acudo a un hospital, señoras y señores, para solicitar la explicación científica de lo que me puede estar ocurriendo..."o del tipo: "tengo granos en la cara más de un año" o " firmeme un justificante con la enfermedad que usted quiera, que no tengo, desde luego, porque no he ido a hacer el exámen de conducir y me penalizan...". A veces pienso que estoy trabajando en un supermercado.
Sin comer, corriendo de nuevo a casa, para echarme al esófago unas cuantas viandas, guardar ropa planchada, preparar las meriendas e ir al cole a recibir a mis maravillosos hijos y sus habituales notificaciones de las agendas: el mayor ha vuelto a enseñar el culo en la clase de gimnasia, la mediana ha recibido un punto rojo por escupir a una compañera en clase, y , la pequeña, que no por ello menos perversa, sale con un enorme cuento en la mano que no es suyo , tras haber convencido a la profesora de que sí lo era...