Hoy, tras pasar ayer un día de lo más, diríamos agotador, por cantidad de trabajo, añadido al fallo de los sistemas informáticos durante más de un par de horas, lo que incapacitó el correcto desarrollo de la labor asistencial...y por la asiduidad e ímpetu de las ambulancias que vinieron, algunas de ellas con diagnósticos inciertos (una señora Alzheimer, a la que no sabían si le pasaba algo o no, con un ECG "con el que no la podían dejar así en la casa", que era el suyo habitual...), hemos dejado a los niños en el colegio (ya hablaré de ellos un rato largo, que están en el culmen de sus carreras, pero el otro día lo intenté y se desconectó el aparato de internet, perdiéndose lo escrito...), y hemos acudido a nuestra cita.
Seis meses de impago absoluto, y de no arreglar absolutamente nada del chalet supuestamente alquilado, como se había pactado en un principio, terminaron con el abandono voluntario de las interfectas, (por llamarlas de algún modo sin llegar a aplicar el insulto), tras burofaxes y mensajes de correo electrónico precipitantes del hecho en sí.
La "señoras" dejaron la casa en tal estado que sólo documentos fotográficos podrían describir lo allí presenciado: muebles viejos, eternamente sucios y corrompidos, malolientes, llenos de ropas arrugadas, usadas, papeles dibujados y rotos, colillas, pendientes sin pareja, cagadas de gatos, moscas sobrevolando toda la casa, sin saber dónde posarse en busca del hedor manifiesto, vajilla enmohecida con restos que se remontan a los tiempos de la Sábana Santa, pañuelos de mocos dentro de radiocassetes, muñecas amputadas por todos los rincones, carros robados del Carrefour con flotadores, cables, sacos de cemento...
A la hora pactada, han aparecido, con un enorme camión, tres individuos aseados, cabezas rapadas, tatuajes al viento, raftas en la perilla, de diferentes nacionalidades y habla cortés, que en pos de la ayuda al drogadicto, han tenido el valor de llevarse, no más de la tercera parte de lo requerido para que cualquier ser vivo del planeta, quiera ver la casa, que está desde ahora de nuevo a la venta.
Eso sí, al entrar, se han mirado, y se han colocado unos guantes gordos, de esos para evitar que te muerdan los perros rabiosos, y han comenzado a decir al poco que les picaba todo el cuerpo.
Nosotros mientras, aprovechando el carro, hemos ido cogiendo, con otros guantes, y ayudados por un amigo , (que en plan " Mujeres al borde de un ataque de nervios" ha venido en moto a todo pijo, para no perderse el espectáculo), cosas del suelo y llevándolas al contenedor más cercano.
Un coche de la guardia civil paseaba por la zona, pero, en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, no hemos tenido que disfrutar de su estupenda compañía... a pesar de la cojera de mi señor esposo, bastante sospechosa, por parecer que va cavando zanjas en el suelo al andar, de un par de días de evolución , sin antecedente traumático, eso sí...
Inmersos en la mierda más absoluta, y mientras mi marido, en un intento purificador, echaba lejía a todos los agujeros que encontraba por su camino, he oído: ¡por eso estaba por aquí la gata!, y tras subir unas escaleras, me he encontrado, en un cajón de un armario, sobre un enorme sujetador lleno de restos de sangre, a tres gatitos minúsculos, con los ojos cerrados y los cordones umbilicales secos, pero todavía pendiendo de sus panzitas. He movido el cajón para ver cuántas bajas había, pero tres bocas abiertas han comenzado a maullar.
Por un momento he pensado, ¿y que hago yo ahora con tres gatos en mi casa?. Pero ha querido el destino que la gata, a la que no le hemos debido gustar lo suficiente, los fuera cogiendo del cuello , uno a uno, sacándolos de la casa y llevándoselos a un lugar recóndito, para que nos pudieramos ir a comer tranquilos, tras la labor realizada en el domicilio, y no a una Farmacia, en busca de biberones, una vez más...
De camino al coche, una señora le contaba a otra: a mí me vas a decir de historia ginecológica... Se ve que la señora podía escribir un Quijote con sus quehaceres.
Con la comida en la boca, a recoger a los zagales, llevarlos a piscina, comprar, y súbitamente entrar en la peluquería para ver si les podían cortar el flequillo a las nenas, que ya no veían con los pelos dentro de los ojos...
Todo ha salido según lo planeado, y, por fin, después de un gran lapsus, escribo unas líneas sobre el día de hoy, que ya estaba bien de mantener a la audiencia en vilo. Un saludo.
Porque me avisas con segundos ... Me pierdo las mejores...
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