¡Todos a dormir la siesta!.
Si se tratara de niños dóciles y bien humorados, no pretenderíamos que durmieran la siesta, que, lógicamente no quieren, pero, en nuestro caso, se trata de un intento imprescindible, aunque la mayor parte de las veces infructuoso.
Sube el patriarca escaleras arriba con la tríada, y comienzan los gritos de orden y silencio. Se acuesta él para dar ejemplo (jua,jua,jua...), y en breve, múltiples pasos recorren las habitaciones, las camas y los cuartos de baño.
Nueva tanda de aseveraciones de tono malhumorado, que se disipan en los pequeños pero malvados cerebros, iniciando de nuevo carreras de habitación en habitación, risas, llantos, peleas, sábanas y almohadas en las camas contrarias, y, finalmente, se oyen ronquidos.
El padre ha caído, ya pueden hacer de las suyas. Alguien decide cagar y gastar todo el rollo de papel, pero eso sí, sin tirar de la cadena, para no despertarlo (¡qué considerados son en el fondo...!).
En pocos minutos, dado el déficit de silencio reinante y los problemas colindantes, se despierta el derrotado, y decide volver a poner orden, encontrándose a la pequeña, pintándose las uñas en mi cuarto de baño...
Les amenaza muy seriamente , para que no se muevan de las camas, bajo pena de muerte, y es entonces cuando la mediana, llena de amor y compasión, decide mearse en su cama y ropa, en un alarde de maldad inmejorable, por lo que los otros dos irrumpen de nuevo en el cuarto del progenitor para advertirle de aquel fatal hecho. Por una vez, la zafia criatura ha obedecido a su padre, y para no levantarse, se ha meado encima.
Bajan todos en manada, con quejas, gruñidos, alaridos, llantos y maldiciones. ¡Qué bien me estáis dejando descansar!( pienso para mis adentros).
Es entonces cuando me planteo, por quinta o sexta vez en el día, si merezco derrochar así lo poco que me queda de juventud, o si por el contrario debería huir con el primero que me llevase.
Meriendan y los saco a la calle.
Empieza la retahíla: queremos un chicle... y, mal hecho por mi parte, por no oirlos, porque me derrotan cada minuto del día con cada una de las cosas que hacemos, decido entrar a comprarles un chicle al estanco. Pero les advierto que un chicle sólo cada uno o nos vamos.
Entran corriendo al local como una manada de Ñús, y comienzan a coger chicles. Les recuerdo que uno y me mantengo, porque deben aprender a obedecer de una vez por todas.
No hay manera, les vuelvo a decir que uno , mientras el tendero ya me mira con cara de : ¡vete de aquí, zorra!, y entonces, el nene de los huevos, se queda con la cajonera entera de chicles en la mano, tirándolos todos al suelo....
Tras recogerlos, La mediana sigue con dos chicles en la mano, le pago al hombre los chicles, salgo por la puerta con los niños de los pelos, y tiro los chicles en la basura más cercana.
De nuevo llantos, aclamaciones de injusticia, la mediana se tira al suelo, los otros echan a correr, y una vez más pienso: ¡es buen momento para huir!, nadie se daría cuenta...
viernes, 21 de septiembre de 2012
domingo, 2 de septiembre de 2012
Reincidente
De nuevo, cuando hoy creía que podría ver la tele tranquila, baja el nene, que no se puede dormir : "porque está pensando que los abuelos muertos van a bajar, y cuando esté toda la familia, un señor va a entrar a robarnos, y a mí me va a robar hasta las gafas ( bonito detalle por su parte, he pensado), y todos, borrachos, nos quedaremos sin nada".
Esta vez, encima, no ha bajado solo, sino con su fiel seguidora, la pequeña, que cuando le he preguntado: ¿y tu padre?, me ha contestado sin pensárselo : roncando. Digo yo entonces, ¿para qué se supone que se ha subido a dormirlos?.
Cuando les he dicho que se fueran a dormir, y que no pensara en nada, el niño ha comenzado con una retahíla de excusas, entre ellas: mamá, no puedo dejar de pensar, porque en mi cerebro caben muchas cosas.
He subido con ellos, he acostado a la pequeña, le he dado un beso, y tras parecer convencida de su destino, me he ido a la habitación del otro, para intentar tramitar su introducción en la cama definitivamente. Acariciándome el pelo, me ha dicho: ¡mami, tu pelo tiene aroma a chocolate!.
Menos mal que sé con toda seguridad, que el chaval no toma drogas, que si no...
La única que se ha dormido como una campeona, ha sido la mediana, que no siendo dócil, es una perla al lado de sus vecinos.
Ayer se le cayó su primer diente (bueno, eso no es del todo exacto, porque se lo arrancó mi madre), y esta mañana andaba tan contenta, porque el Ratoncito Pérez le había traído 5 euros, y podía empezar a ahorrar para irse a "París"(creo que esto también habrá que estudiarlo detenidamente).
Dos horas después, y tras ver conmigo a "La Supernanny" en la tele, lo he vuelto a acostar ( porque volvió a bajar, como podréis imaginar) , y tras cerrar la puerta, he visto que alguien la abría, y era él , por lo que mi paciencia se ha saturado y le he dicho que se acostara de una vez, apareciendo el padre con acidez, recibiendo mi acumulación de mala ostia, lo que no le ha mejorado del todo su malestar estomacal.
He pensado entonces, que ayer a estas horas, estaba cenando tan divinamente con unos amigos, después de una sesión de spa y masaje con aromaterapia, y que nadie nos dió el follón, salvo una Tuna compuesta por cuatro personas bastante añosas ( con enano y todo), que amenizó la cena ( hay que joderse), y una camarera de un bar, que a las 5 de la mañana se acercó a nuestra mesa, solicitando alguien que supiera hablar bien inglés, porque no sabía (no cuela ni de coña, aunque parecía bastante tonta), si unos señores de la barra querían una "dama de compañía" o preguntaban por alguien. Al mirar a la barra ví a tres señores viejos, gordos, feos y calvos que lo que querían con toda seguridad no era una señorita, sino una grandísima puta.
De todas formas, el compañero cubano (al que le sentó mal el último Matusalen y durmió en mi casa aquel día, para no ir vomitando todo el camino hacia la suya), tuvo la amabilidad de traducirle las intenciones de aquellos maravillosos caballeros: buscaban a Amanda, pero ella les servía igual. Le dejamos propina para que se comprara un sujetador, y nos fuimos.
Esta vez, encima, no ha bajado solo, sino con su fiel seguidora, la pequeña, que cuando le he preguntado: ¿y tu padre?, me ha contestado sin pensárselo : roncando. Digo yo entonces, ¿para qué se supone que se ha subido a dormirlos?.
Cuando les he dicho que se fueran a dormir, y que no pensara en nada, el niño ha comenzado con una retahíla de excusas, entre ellas: mamá, no puedo dejar de pensar, porque en mi cerebro caben muchas cosas.
He subido con ellos, he acostado a la pequeña, le he dado un beso, y tras parecer convencida de su destino, me he ido a la habitación del otro, para intentar tramitar su introducción en la cama definitivamente. Acariciándome el pelo, me ha dicho: ¡mami, tu pelo tiene aroma a chocolate!.
Menos mal que sé con toda seguridad, que el chaval no toma drogas, que si no...
La única que se ha dormido como una campeona, ha sido la mediana, que no siendo dócil, es una perla al lado de sus vecinos.
Ayer se le cayó su primer diente (bueno, eso no es del todo exacto, porque se lo arrancó mi madre), y esta mañana andaba tan contenta, porque el Ratoncito Pérez le había traído 5 euros, y podía empezar a ahorrar para irse a "París"(creo que esto también habrá que estudiarlo detenidamente).
Dos horas después, y tras ver conmigo a "La Supernanny" en la tele, lo he vuelto a acostar ( porque volvió a bajar, como podréis imaginar) , y tras cerrar la puerta, he visto que alguien la abría, y era él , por lo que mi paciencia se ha saturado y le he dicho que se acostara de una vez, apareciendo el padre con acidez, recibiendo mi acumulación de mala ostia, lo que no le ha mejorado del todo su malestar estomacal.
He pensado entonces, que ayer a estas horas, estaba cenando tan divinamente con unos amigos, después de una sesión de spa y masaje con aromaterapia, y que nadie nos dió el follón, salvo una Tuna compuesta por cuatro personas bastante añosas ( con enano y todo), que amenizó la cena ( hay que joderse), y una camarera de un bar, que a las 5 de la mañana se acercó a nuestra mesa, solicitando alguien que supiera hablar bien inglés, porque no sabía (no cuela ni de coña, aunque parecía bastante tonta), si unos señores de la barra querían una "dama de compañía" o preguntaban por alguien. Al mirar a la barra ví a tres señores viejos, gordos, feos y calvos que lo que querían con toda seguridad no era una señorita, sino una grandísima puta.
De todas formas, el compañero cubano (al que le sentó mal el último Matusalen y durmió en mi casa aquel día, para no ir vomitando todo el camino hacia la suya), tuvo la amabilidad de traducirle las intenciones de aquellos maravillosos caballeros: buscaban a Amanda, pero ella les servía igual. Le dejamos propina para que se comprara un sujetador, y nos fuimos.
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