Infinidad de cosas ocurren diariamente, pero sería del todo imposible escribirlas, sopena de no dedicarme a otra cosa, (que si tuviera un saco de riqueza inagotable, no me importaría)...
El caso es que, penosamente, no he escrito nada desde Mayo, lo que puede hacer creer engañosamente a la audiencia, que no ha sucedido nada desde entonces.
Retomo, por lo tanto, la trama de la historia, desde un día cualquiera de nuestras vacaciones de Julio.
Conseguimos llegar todos a la playa, tras un rato bastante considerable de malentendidos y elevaciones de tono de voz entre los miembros de nuestro núcleo familiar.
El padre y, los tres, diré genízaros, se lanzan al agua sin detectar temperatura ni organismos colindantes, y yo, mucho más prudente y amante del agua hirviendo, quedo rezagada.
Una adorable parejita de ancianos, planta su tenderete delante nuestra, y, tras un rato de contemplación, me dice la viejita: podría darle a usted su marido unos kilitos...
Mi primera idea fué pensar en Torrente, que en esta ocasión y en otra cualquiera, le hubiera dicho a la amable anciana: váyase usted a la mierda, señora. Pero mi recato y habitual dominio de la cortesía, me impide hablar así con casi nadie. Por lo que tras una breve charla, quedamos tan amigas, tras comprender que yo no quería ningún kilo de nadie, que ya me bastaba con los míos, ganados con el esfuerzo de los años...
Aparece en escena la víctima, (tras una hora y media previa de baño e interacción con el ambiente por nuestra parte), un niño de unos cinco años , habitual de la playa los años que vamos viniendo al sitio, con cuya madre, cruzamos siempre alguna palabras.
Decido irme a casa a preparar la comida, mientras los demás, "disfrutan" de su estancia en la playa.
Desde la cocina, antes de tener tiempo de preparar nada, se oyen los gritos del padre hacia sus pupilos por la calle, como todos los días (los vecinos en algún momento han debido pensar en un asesino a sueldo, pero no les debe dar para tanto la cuota de la escalera...).
Contra todo pronóstico el mayor no ha sido hoy el culpable. La mediana, de cabello rubio con mechas por el sol, preciosos ojos verdes cual esmeralda, y cariñosa sonrisa, le ha asestado al vecinito una pedrada en toda la cabeza, tras lo cual, hubo que salir huyendo de la playa, en espera de que aunque el niño seguía llorando tras enjuagarse todos los pies en las duchas del ayuntamiento, la madre lo olvidara todo de un día para otro, para no tener que abandonar definitivamente el lugar de baño cercano al domicilio, por ahora todavía habitual en nuestro mes de veraneo.
domingo, 14 de julio de 2013
lunes, 13 de mayo de 2013
Lola ha muerto de nuevo.
No sería justo ignorar la muerte de la segunda roedora, cuando el éxitus de la primera, ocasionó gran parte de la idea de este blog.
Por ello, pasaré a relatar este reciente fallecimiento.
Era una mañana del mes de Mayo, mes de las flores, las comuniones, algunas bodas, y, en este caso, algún que otro óbito, cuando, al salir a limpiar el patio , lo que denominaríamos asistenta (de la cual se podrían escribir cientos de capítulos paralelos...), detectó un olor extraño, algo rancio, y decidió ubicar la causa, buscando primero en la jaula de canarios y jilgueros, que han sufrido numerosas bajas este invierno, por culpa de Neumonías u otras enfermedades , llevándose por delante más de la mitad de la población ( de lo cual, no me quejo, si he de ser sincera...).
Acto seguido, y tras comprobar que estaban todos en sus posiciones habituales, movió la jaula de la preciada hámster, y empezó a llamarla por su nombre: Lola, Lolita, Lola... pero la Lola no respondió, porque debía llevar tiesa bastantes horas.
Agradezco no haberla visto por estar trabajando, porque ya tuve bastante con ver a la primera, tan disecada ella, y es mejor recuerdo que esta, que ya estaba en estado de descomposición aparente...
Me queda la conciencia bien tranquila, puesto que yo no he tenido culpa alguna en esta ocasión, porque ni le daba el sol, ni le faltaba agua o comida.
El meollo de la cuestión llega así como cuatro o cinco días después, cuando la mediana descubre que su Lolita ya no estaba entre nosotros, y decide llorar a moco tendido, sin tener claro la localización de su ratita. Es entonces cuando su hermana pequeña, la de cuatro años y carita de ángel le dijo: ¡que está muerta, pringá!.
El mayor, intentó consolar a la interfecta diciéndole que estaría en el cielo, con las estrellas, pero la pequeña , en un alarde de realismo extremo, insistió en dejarle las cosas claras y añadió a la conversación entre hermanos: no está en el cielo, ¡los muertos están en el cementerio!.
No digo yo que no tenga razón en sus afirmaciones, pero con su edad, tal vez debería ser algo más tierna.
Me da la impresión de que aquellos que se interpongan en el camino de mi nenita lo van a tener pero que muy crudo.
Por ello, pasaré a relatar este reciente fallecimiento.
Era una mañana del mes de Mayo, mes de las flores, las comuniones, algunas bodas, y, en este caso, algún que otro óbito, cuando, al salir a limpiar el patio , lo que denominaríamos asistenta (de la cual se podrían escribir cientos de capítulos paralelos...), detectó un olor extraño, algo rancio, y decidió ubicar la causa, buscando primero en la jaula de canarios y jilgueros, que han sufrido numerosas bajas este invierno, por culpa de Neumonías u otras enfermedades , llevándose por delante más de la mitad de la población ( de lo cual, no me quejo, si he de ser sincera...).
Acto seguido, y tras comprobar que estaban todos en sus posiciones habituales, movió la jaula de la preciada hámster, y empezó a llamarla por su nombre: Lola, Lolita, Lola... pero la Lola no respondió, porque debía llevar tiesa bastantes horas.
Agradezco no haberla visto por estar trabajando, porque ya tuve bastante con ver a la primera, tan disecada ella, y es mejor recuerdo que esta, que ya estaba en estado de descomposición aparente...
Me queda la conciencia bien tranquila, puesto que yo no he tenido culpa alguna en esta ocasión, porque ni le daba el sol, ni le faltaba agua o comida.
El meollo de la cuestión llega así como cuatro o cinco días después, cuando la mediana descubre que su Lolita ya no estaba entre nosotros, y decide llorar a moco tendido, sin tener claro la localización de su ratita. Es entonces cuando su hermana pequeña, la de cuatro años y carita de ángel le dijo: ¡que está muerta, pringá!.
El mayor, intentó consolar a la interfecta diciéndole que estaría en el cielo, con las estrellas, pero la pequeña , en un alarde de realismo extremo, insistió en dejarle las cosas claras y añadió a la conversación entre hermanos: no está en el cielo, ¡los muertos están en el cementerio!.
No digo yo que no tenga razón en sus afirmaciones, pero con su edad, tal vez debería ser algo más tierna.
Me da la impresión de que aquellos que se interpongan en el camino de mi nenita lo van a tener pero que muy crudo.
jueves, 25 de abril de 2013
Sin Chino
Una, procura dar oportunidades a sus hijos para que no sean unos negados sociales, y para que encuentren trabajo en algún momento de sus vidas, cada vez más difícil últimamente, gracias a la Alemania grasienta y sus esbirros diarréicos mentales de la Europa restante; pero ellos se esfuerzan grandemente en alejarse de las mismas.
Procedo a transcribir las observaciones de las notas de Chino del segundo trimestre de mis dos hijos mayores:
La nena: Muchos días, no quiere venir a clase de Chino. Al principio de la clase, cuando los niños van al baño y preparan sus estuches, tarda 15 ó 20 minutos a menudo. En las clases, coge cosas de otros alumnos sin permiso, no presta atención, y por eso, necesito explicar nuestras actividades varias veces, malgastando el tiempo. Casi nunca hace los deberes, ni trae sus propios papeles o lápices. Su comportamiento en clase es muy malo.
El nene : Aunque el niño es inteligente y recuerda lo que aprendemos en clase, su comportamiento es malísimo. Muchas veces, ha venido tarde al aula, no empieza su trabajo cuando empezamos la clase, y está jugando o bailando cuando debe trabajar. Empuja y pega a otros alumnos con frecuencia.Varias veces ha sacado cosas de la basura y las ha tirado a otros compañeros. En general, no participa bien en la clase, y con sus acciones hace que los otros alumnos no puedan concentrarse y aprender. El día 1 de Marzo, sacó su pene y bailó encima de una silla.
Creo que sobran los comentarios que pretendan reflexionar ni lo más mínimo, de modo, que, tras la lectura de tan magníficas anotaciones, y habiendo comprendido con inmensa claridad que los nenitos no querían asimilar el idioma de la prosperidad, decidimos unánimemente, que dejaríamos pasar nuestro preciado interés por el aprendizaje de los infantes para el año que viene, o cualquier otro año en el que recuperen la cordura y sean conscientes del beneficio.
Procedo a transcribir las observaciones de las notas de Chino del segundo trimestre de mis dos hijos mayores:
La nena: Muchos días, no quiere venir a clase de Chino. Al principio de la clase, cuando los niños van al baño y preparan sus estuches, tarda 15 ó 20 minutos a menudo. En las clases, coge cosas de otros alumnos sin permiso, no presta atención, y por eso, necesito explicar nuestras actividades varias veces, malgastando el tiempo. Casi nunca hace los deberes, ni trae sus propios papeles o lápices. Su comportamiento en clase es muy malo.
El nene : Aunque el niño es inteligente y recuerda lo que aprendemos en clase, su comportamiento es malísimo. Muchas veces, ha venido tarde al aula, no empieza su trabajo cuando empezamos la clase, y está jugando o bailando cuando debe trabajar. Empuja y pega a otros alumnos con frecuencia.Varias veces ha sacado cosas de la basura y las ha tirado a otros compañeros. En general, no participa bien en la clase, y con sus acciones hace que los otros alumnos no puedan concentrarse y aprender. El día 1 de Marzo, sacó su pene y bailó encima de una silla.
Creo que sobran los comentarios que pretendan reflexionar ni lo más mínimo, de modo, que, tras la lectura de tan magníficas anotaciones, y habiendo comprendido con inmensa claridad que los nenitos no querían asimilar el idioma de la prosperidad, decidimos unánimemente, que dejaríamos pasar nuestro preciado interés por el aprendizaje de los infantes para el año que viene, o cualquier otro año en el que recuperen la cordura y sean conscientes del beneficio.
miércoles, 6 de febrero de 2013
La llamada
Me quedé sin detallar, en anteriores entregas, cómo me había erosionado varios dedos de las manos. Procederé a explicarlo, para rellenar la historia de hoy de un modo u otro...
Todo comenzó con un arrebato de limpieza extrema. Harta del desorden que reina en mi vida, y sin reparar en ningún tipo de reflexión, me dirigí agresivamente hacia el trastero, y comencé a llenar de pesados botes con muestras de pinturas secas ( o eso creía yo, al menos) una gran bolsa de plástico, y, justo antes de ir al cole a por los niños, salí a la calle con la bolsanca de jardín repleta de material pictórico.
La desgracia acaeció cuando, al doblar la esquina, dirección contenedor, el plástico se desfondó, cayendo todos los tarros rotos al suelo, estableciéndose una argamasa pringosa de diferentes tonalidades, que se expandía por las losas propiedad de nuestro querido ayuntamiento.
Podría, y debería haber huído, pero, quiso el destino, que un vecino, habitual del traje chaqueta, la seriedad extrema, y la dificultad en el saludo, saliera en esos momentos de su vivienda , descubriendo, sin demasiado entusiasmo, el tinglado que yo acababa de organizar.
Pudo irse, pero le superó la humanidad, y, decidió ir a su casa para traerme una caja de cartón (aprovecho para saludar al indigente de Águilas), en la que , con bolsas de plástico, comenzamos a echar todos los cristales, y restos de pintura. He ahí que comencé a clavarme pequeños pedazos de cristales por las manos, pero, observando al vecino, en cuclillas, enseñando cual obrero zonas que oculta normalmente su correcta y educada vestimenta, proseguí con mi misión sin rechistar.
Lo peor fué llegar a casa e indicar lo que había ocurrido, con la prisa que había en ir al colegio, habiendo quedando todo el pavimento lleno de pinturas múltiples.
Mi marido, acostumbrado a su (sólo a veces) desequilibrada esposa, salió raudo a la calle fregona y cubo en mano, cual príncipe de cuento de hadas (bueno, no sé si de hadas...) para intentar disimular lo máximo posible, el ataque cruento al mobiliario municipal, consiguiendo, en un tiempo récord, un aspecto de las losas más que inmejorable.
Llegamos justos a por los nenes, y todo quedó resuelto y casi olvidado para siempre.
No he vuelto a cruzarme con el vecino, pero estoy segura de que ahora sí que no me saludará.
Aunque el verdadero motivo de la historia de hoy ha sido una llamada telefónica.
Después de dos días de encontrar en el móvil silenciado, unas llamadas de un 91..., hoy, por fin lo cojo, y oigo a un hispano varón: ¿Vanessa?. Por supuesto, yo no conocía a esa señora o señorita, y entonces, me ha dicho, que daba igual, que se había equivocado, porque quería hablar conmigo.
Pertenecía a no se qué agencia y me ha ofrecido cuatro noches de hotel gratis . A mí no me interesaba el asunto, y aún estando saliente de guardia, no he visto viable que nadie me diera nada gratis, y le he dicho sin pensármelo: para poder ir a un hotel, ¡tendría que matar a toda mi familia!.
Después, me ha parecido algo excesivo, pero el muchacho ha seguido hablando sin inmutarse, teniendo que indicarle que no, muy amablemente, procediendo a colgar el teléfono.
Si a mí me dijeran eso, dejaría de insistir, pero estos profesionales del teléfono, están dispuestos a todo, y hasta me ha comentado después que tenía todo el año para usar los bonos ( si estoy en la cárcel, por asesinato múltiple, debería darme más margen ...). Creo que escogen a gente modificada genéticamente y los esclavizan al teléfono, con frases estereotipadas , sin escuchar lo que dicen sus adversarios.
En fin, voy a dormir un rato.
Todo comenzó con un arrebato de limpieza extrema. Harta del desorden que reina en mi vida, y sin reparar en ningún tipo de reflexión, me dirigí agresivamente hacia el trastero, y comencé a llenar de pesados botes con muestras de pinturas secas ( o eso creía yo, al menos) una gran bolsa de plástico, y, justo antes de ir al cole a por los niños, salí a la calle con la bolsanca de jardín repleta de material pictórico.
La desgracia acaeció cuando, al doblar la esquina, dirección contenedor, el plástico se desfondó, cayendo todos los tarros rotos al suelo, estableciéndose una argamasa pringosa de diferentes tonalidades, que se expandía por las losas propiedad de nuestro querido ayuntamiento.
Podría, y debería haber huído, pero, quiso el destino, que un vecino, habitual del traje chaqueta, la seriedad extrema, y la dificultad en el saludo, saliera en esos momentos de su vivienda , descubriendo, sin demasiado entusiasmo, el tinglado que yo acababa de organizar.
Pudo irse, pero le superó la humanidad, y, decidió ir a su casa para traerme una caja de cartón (aprovecho para saludar al indigente de Águilas), en la que , con bolsas de plástico, comenzamos a echar todos los cristales, y restos de pintura. He ahí que comencé a clavarme pequeños pedazos de cristales por las manos, pero, observando al vecino, en cuclillas, enseñando cual obrero zonas que oculta normalmente su correcta y educada vestimenta, proseguí con mi misión sin rechistar.
Lo peor fué llegar a casa e indicar lo que había ocurrido, con la prisa que había en ir al colegio, habiendo quedando todo el pavimento lleno de pinturas múltiples.
Mi marido, acostumbrado a su (sólo a veces) desequilibrada esposa, salió raudo a la calle fregona y cubo en mano, cual príncipe de cuento de hadas (bueno, no sé si de hadas...) para intentar disimular lo máximo posible, el ataque cruento al mobiliario municipal, consiguiendo, en un tiempo récord, un aspecto de las losas más que inmejorable.
Llegamos justos a por los nenes, y todo quedó resuelto y casi olvidado para siempre.
No he vuelto a cruzarme con el vecino, pero estoy segura de que ahora sí que no me saludará.
Aunque el verdadero motivo de la historia de hoy ha sido una llamada telefónica.
Después de dos días de encontrar en el móvil silenciado, unas llamadas de un 91..., hoy, por fin lo cojo, y oigo a un hispano varón: ¿Vanessa?. Por supuesto, yo no conocía a esa señora o señorita, y entonces, me ha dicho, que daba igual, que se había equivocado, porque quería hablar conmigo.
Pertenecía a no se qué agencia y me ha ofrecido cuatro noches de hotel gratis . A mí no me interesaba el asunto, y aún estando saliente de guardia, no he visto viable que nadie me diera nada gratis, y le he dicho sin pensármelo: para poder ir a un hotel, ¡tendría que matar a toda mi familia!.
Después, me ha parecido algo excesivo, pero el muchacho ha seguido hablando sin inmutarse, teniendo que indicarle que no, muy amablemente, procediendo a colgar el teléfono.
Si a mí me dijeran eso, dejaría de insistir, pero estos profesionales del teléfono, están dispuestos a todo, y hasta me ha comentado después que tenía todo el año para usar los bonos ( si estoy en la cárcel, por asesinato múltiple, debería darme más margen ...). Creo que escogen a gente modificada genéticamente y los esclavizan al teléfono, con frases estereotipadas , sin escuchar lo que dicen sus adversarios.
En fin, voy a dormir un rato.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)