domingo, 14 de julio de 2013

La pedrá

Infinidad de cosas ocurren diariamente, pero sería del todo imposible escribirlas, sopena de no dedicarme a otra cosa, (que si tuviera un saco de riqueza inagotable, no me importaría)...
El caso es que, penosamente, no he escrito nada desde Mayo, lo que puede hacer creer engañosamente a la audiencia, que no ha sucedido nada desde entonces.
Retomo, por lo tanto, la trama de la historia, desde un día cualquiera de nuestras vacaciones de Julio.
Conseguimos llegar todos a la playa, tras un rato bastante considerable de malentendidos y elevaciones de tono de voz entre los miembros de nuestro núcleo familiar.
El padre y, los tres, diré genízaros, se lanzan al agua sin detectar temperatura ni organismos colindantes, y yo, mucho más prudente y amante del agua hirviendo, quedo rezagada.
Una adorable parejita de ancianos, planta su tenderete delante nuestra, y, tras un rato de contemplación, me dice la viejita: podría darle a usted su marido unos kilitos...
Mi primera idea fué pensar en Torrente, que en esta ocasión y en otra cualquiera, le hubiera dicho a la amable anciana: váyase usted a la mierda, señora. Pero mi recato y habitual dominio de la cortesía, me impide hablar así con casi nadie. Por lo que tras una breve charla, quedamos tan amigas, tras comprender que yo no quería ningún kilo de nadie, que ya me bastaba con los míos, ganados con el esfuerzo de los años...
Aparece en escena la víctima, (tras una hora y media previa de baño e interacción con el ambiente por nuestra parte), un niño de unos cinco años , habitual de la playa los años que vamos viniendo al sitio, con cuya madre, cruzamos siempre alguna palabras.
Decido irme a casa a preparar la comida, mientras los demás, "disfrutan" de su estancia en la playa.
Desde la cocina, antes de tener tiempo de preparar nada, se oyen los gritos del padre hacia sus pupilos por la calle, como todos los días (los vecinos en algún momento han debido pensar en un asesino a sueldo, pero no les debe dar para tanto la cuota de la escalera...).
Contra todo pronóstico el mayor no ha sido hoy el culpable. La mediana, de cabello rubio con mechas por el sol, preciosos ojos verdes cual esmeralda, y cariñosa sonrisa, le ha asestado al vecinito una pedrada en toda la cabeza, tras lo cual, hubo que salir huyendo de la playa, en espera de que aunque  el niño seguía llorando tras enjuagarse todos los pies en las duchas del ayuntamiento, la madre lo olvidara todo de un día para otro, para no tener que abandonar definitivamente el lugar de baño cercano al domicilio, por ahora todavía habitual en nuestro mes de veraneo.

1 comentario:

  1. Ya iba siendo hora de que aparecieras por aquí!!! Ya creía yo que la vida te iba sonriendo poco a poco pero ya veo que aún las sonrisas son pocas y las quejas abundantes. No desesperes, las vacaciones, por suerte o por desgracia son cortas y no hay mal que 100 años dure ni cuerpo que lo resista!!! Animo, hija, yo tampoco es que tenga un buen principio de verano...pero hay que apechugar...y después de la tempestad...espero...llega la calma...aunque dentro de 100 años!!!!!

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