Todo comenzó con una señora de cartón, agarrada por cuerdas a una basura, con un sombrero de corsaria y un garfio, que desde el Martes de la semana pasada, indica a los niños qué prenda o artilugio deben llevar incluido en su atuendo al día siguiente, para disfrute personal, y martirio de sus sufridos padres.
Porque no se trata de cosas que habitualmente uno tenga en casa, y menos multiplicado por tres.
El primer día, la prenda elegida fué una pajarita. Quién no tiene una pajarita en su casa?...Sí, eso es, nadie.
Pero ahí entran los chinos de la esquina, que, poseídos por un conocimiento ancestral, habían, casualmente, traído pajaritas a su local, el día de los hechos.
Vuelta a casa, acelerada, como siempre, con unas pajaritas blancas, algo sosas, a las que les cosimos botones, a la vez que preparábamos la cena, los baños, los uniformes del día siguiente, los deberes de cada uno, atendíamos diversas y reiteradas disputas... Todo ello dando gracias de no trabajar ese día o hacerlo sólo de mañana, para poder abarcarlo todo.
El segundo día, la cosa aumentó de nivel: además de una pajarita, los niños debían llevar una flor, en el pelo o en la ropa.
De nuevo, a la tienda china, porque, aunque parezca lo contrario, no dispongo del tiempo suficiente para hacer ni flores ni pajaritas de, por ejemplo, cartón, ni tengo, en mi domicilio, materiales para ello, ni menos aún, ganas.
De suerte estuve, porque sólo quedaban 6 flores de tela, con pinza de pelo incluída para sujetarlas a diversas ubicaciones, cuatro rojas, una rosa y la otra no recuerdo...
El caso es que, a pesar de ser bastante femeninas, las compré para no complicarme la existencia, y al mayor, le arranqué las plumas rojas que la adornaban, en mi humilde opinión, en exceso, para que un niño, de momento, niño, la portara con dignidad a pesar de la purpurinización a la que habían sido sometidas...
Por supuesto, además, de nuevo desayunos variados, uniformes del día, circulares firmadas, dineros pagados, para una minifiesta interna de carnaval...
Tercer día: añadir a lo anterior una "cara divertida"... bien, pensé, todavía tengo del año pasado unos colores para pintar en la cara, que si no huelen demasiado a rancio, puedo emplearlos para pintarrajearles, y poder llegar al trabajo, victoriosa de haber conseguido la meta designada.
Cuarto día: un sombrero. Hasta ahora, nadie se ha planteado quién se encarga de decidir los abalorios. ¿Habrá un comité científico para tal empresa? . ¿Terminará pronto la tortura?. Busco por toda la casa sombreros de buenas tallas, susceptibles de desaparecer para siempre (como de hecho ha ocurrido), y además, intento insertarles como sea la flor de marras, porque a ver si no dónde la pongo. ¿Pegada a la pajarita?; ¿en el pelo como proponía la señora corsaria, sin que se vea por culpa del sombrero la segunda de las prendas requeridas?.Sí, sé que son preguntas demasiado difíciles para esta horas, pero conforme se me ocurren las lanzo al vacío ...
Si creíais que todo acababa aquí, estáis grandemente equivocados, porque aún faltan los días grandes del carnaval, uno el Lunes, en que el mayor debía ir disfrazado, por la mañana, con las cuatro piezas, y tras la comida, con un disfraz, elegido libremente, que debía colocarse él solito, tras portarlo durante todo el día junto a su mochila, además de despintarse la cara con toallitas para pasar de "ser indeterminado de difícil descripción" a "Chino", que, se merecían un homenaje tras haberles suministrado los materiales de los días previos.
Las niñas por el contrario, debían ir disfrazadas al día siguiente, también de un disfraz libre, en este caso de "Chinas", estupendo disfraz, por barato, y por igual para todos, que en mi casa es absolutamente necesario. La individualidad, la dejaremos para cuando se transformen en personas civilizadas, que les queda un rato largo...
Para complicarlo un poco más, en la circular que nos habían repartido en la reunión de padres, indicaba que era el Lunes el día en el que todos se disfrazaban libremente, y, a las 8 de la mañana, tenía madres desorientadas con niños en varias clases, que me llamaban para intentar aclararse con los disfraces, los días, el porqué de sus vidas y qué número de la ONCE iba a salir ...
Ni en los carnavales de Águilas se necesitan tantos disfraces por persona, ni tantos días de dedicación absoluta a la causa.
Por fin, descanso junto a mi Martini imaginario, porque si me lo tomo, no voy a poder acostarme sin consecuencias gástricas.