viernes, 23 de marzo de 2012

¡ A la playa!

Saliente de guardia, como no podía ser de otra manera, cogemos a lo loco cosas en bolsas, porque hemos decidido pasar el puente fuera de casa, en un pueblo playero, donde disfrutamos de una casa prestada (por la principal comentarista del blog), siendo mejor opción que gastarse en un hotel 200 euros por noche en el mejor de los casos (recordad que tenemos que alquilar dos habitaciones comunicadas, porque en una no nos permiten meternos, y más si nos conocieran, momento en el cual, ni siquiera nos dejarían entrar en el recinto...).
Sí, por primera vez en todo el año, los padres coincidimos tres días de fin de semana juntos en casa.
La cosa prometía, de modo que nos dirigimos todos, jovialmente ( absoluta mentira, pero debo intentar que el inicio de la historia sea agradable...), hacia la ubicación elegida.
Baja del coche, tras llegar, a los zagales, las bolsas, las maletas, y consigue subir, y abrir la puerta,( no tan fácil con ellos metiendo cuerpos y cabezas por en medio, aprovechando para  canearse, empujarse o tirarse de los pelos).
Abro por fin, y se dispersan, por toda la casa, como las raíces de una planta, con fines poco constructivos.
En un momento, mientras intento guardar en su sitio ropa y comida, las camas están deshechas, los juguetes en el suelo, quejas de si el DVD funciona o no, papeles tirados por el balcón, la pequeña ya se ha mojado las manos con el agua del bidet...
Creo que no es momento de dormir por la mañana (aunque quisiera), por lo que nos vamos a la playa, porque hace sol, aunque algo de viento y de fresco.
Compramos unos cubos con rastrillo y pala en una tienda de productos asiáticos, denominada vulgarmente "chino", y aparecemos en la playa, a pasar un rato de, según pretendíamos, paz espiritual.
Comienzan a jugar en la arena-piedras, mientras me siento en una toalla, con gafas de sol, arrepintiéndome de haber dejado en casa el abrigo.
Tengo frío, pero esa temperatura no es detectada por esos tres pequeños acúmulos de piel y vísceras, porque en la siguiente imagen, se han quitado toda la ropa, sin preguntar, y juegan en bragas y calzoncillos ante el estupor de los  clientes de los bares del paseo de la playa, comenzando enseguida a tantear el agua, para ver si se meten. El niño, a todo esto, con estornudos, tos y pitos.
La mediana aprovecha para echarle piedras a su hermana dentro de los ojos, que son lavados por el motor de nuestras vidas con agua de mar, estupenda para calmar los gritos y llantos de la vilipendiada.
Empieza la retahíla entonces: me quiero bañar, porqué no me puedo bañar, si yo no tengo frío, me quiero bañar... hasta conseguir la claudicación de una madre agotada física y psicológicamente y un padre de dudosas convicciones, acerca de si esto era su paraíso soñado.
La siguiente escena me recuerda a la película de Quentin Tarantino, Reservoir Dogs, porque todo el mundo en el paseo, se queda mirando a un grupo, que avanza sin titubear,  consistente en una señora despeinada, que, helada de frío lleva una camiseta de su marido encima de su ropa, de la talla 5XL( que se dice pronto), acompañada por tres niños desnudos, con los pelos chorreando, de la mano, con una toalla encima, y un , digamos enorme señor, con un pantalón negro de chándal remangado hasta la rodilla, como único atuendo, cargados además con zapatos, cubos de playa, bolso, ropas mojadas en las manos...
Hubiera merecido la pena grabar los rostros de los allí presentes. Puntualizo que nadie se estaba bañando el día de los hechos. Doy por tanto inaugurada la temporada playera del 2012.

2 comentarios:

  1. Como principal comentarista ( según tú ) me veo en la obligación de contestar a ese fin de semana. Cierto es que tus hijos serían maravillosos si fuerais a la playa con la tata ( o dos o tres ) y si tuvieras doncella y cocinera. Pero salvo alguna Preysler o similar no es lo habitual y a las diabluras típicas de su edad se une el cansancio de ambos papás saturados de guardias y trabajo y dormir poco por lo que se suele magnificar las travesuras infantiles. No digo que no sean traviesos no y tampoco que sean tranquilos, pero es que son tres muy pequeños y seguidos y muy inteligentes y vosotros muy cansados. Pero son unos niños cariñosisimos , graciosos y muy ricos por no decir que además son muy guapos, pero son niños y hay que tener mucha paciencia con ellos y la paciencia y el cansancio son malos compañeros. Un beso.Marian

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  2. Una pregunta.... Seguía por allí el indigente?

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