sábado, 29 de diciembre de 2012

El negocio

He descubierto una cuartilla donde el mayor había escrito lo siguiente:
"Nombre de un niño"(no menciono nombres, para mantener la identidad secreta de todos los integrantes de las historias, como en Los Increíbles):
Tu trabajo será: traer botones y decir: botones en caja, por dos con treinta euros. También traer cajas de zapatos y cajas de botones vacías.
Firma del empresario                                               Firma del empleado
                                                                                Firma aquí...
Ante tal hallazgo, lo he llamado a declarar, para que me explicara, de modo que yo comprendiera, qué significaba semejante contrato.
Mientras me quito la tirita del dedo menique, porque me he cortado esta tarde con unos cristales, hecho que será motivo de la próxima historia, os introduzco algo en el tema de los botones, para que la trama que nos acontece se comprenda en todo su esplendor.
El profesor, les hizo llevar botones a clase, exactamente veinte cada uno, para decorar una postal de Navidad que tras rellenarla con preciosos pensamientos, luego siempre incumplidos, entregarían a los padres, al finalizar las clases y comenzar las preciadas "Vacaciones de Navidad"( ya sabemos preciadas para quién...).
Pues bien, aquí el Amancio Ortega dos, vió enseguida una oportunidad de oro, y se hizo con una gran cantidad de botones, donadas por los demás niños, espero que de modo bastante voluntario...
Seguidamente, los contrató mediante el documento arriba transcrito, y hasta les hizo una tarjeta de empleado a cada uno, consiguiendo que vendieran sus propios botones y le dieran a él el dinero, exactamente dos con cinco euros que tiene , según argumenta, en su pupitre.
En resumen, logra atesorar un montón de botones gratis, los clasifica, porque además cada tamaño tenía un precio, y los más grandes y "alucinantes" (según sus propias palabras), valían a un euro; contrata a varios empleados, consigue que le vendan los botones, y el tío se saca dos euros y medio, y todos tan contentos...Además, recuerda a la perfección los nombres de los incautos compradores.
Realmente me queda la duda de si debo corregirlo, o esperar a que me retire, que nunca se sabe...

La manicura

El asunto ya lo he contado de palabra a mucha gente, por lo que puede que carezca de interés para el que ya lo sepa, pero a mí me sirve personalmente de recordatorio cuando lea todo esto dentro de un tiempo...
Estaba yo sola con mi suegra y los nenes un Sábado cualquiera de cualquier mes, porque siempre acertaríais con la fecha (no recuerdo a mi señor esposo en casa ningún fin de semana... tendrá que hacérselo ver) , y tras un día infausto, de tortura mental y física a cargo del capitán desquicio y sus dos viboritas, empecé a gritarles en la cena: que si no me dejaban vivir, y un largo ecétera sobre el mismo tema, cuando, en medio de mi desalentador discurso, interviene la mediana y me dice: ¡pues haberle hecho a papá la manicura y no nos hubieras tenido...!.
La manicura, señoras y señores, ahí lo llevas. Mi suegra y yo, empezamos a reírnos, y ella también al ver que había dicho algo gracioso, y el mayor, quiso puntualizar : sí, se refiere a eso de cortar las pelotas...
Por descontado, consideré de imperiosa necesidad explicarle a la niña lo que era exactamente la manicura, y la pedicura también, ya que estábamos, no fuera a ser que saliera el tema en otro lugar y se desencadenara un equívoco de grandes dimensiones.
Lo días por lo demás, transcurren con normalidad, con llamadas del cole porque el niño se ha caído en un charco y hay que cambiarle hasta los calzoncillos..., con continuas notificaciones sobre el mal comportamiento en todas las clases y ámbitos, a las que se ha sumado la mediana,  para no ser menos que el hermano, que este año está encabezando la clasificación de puntos negros de su clase, con todos los que se pueden poner y alguno más...y encima, al ir colocada la primera de la lista por el apellido, y tener todos y cada uno de los demás niños de clase, todo puntos verdes, parece que el listado se dividiera en dos: el ángel del infierno, y las haditas del bosque...
La pequeña, contesta a todo que "una eme", refiriéndose a mierda, claro, y además de imitar básicamente a su hermano, ha despegado unas pegatinas que yo le había puesto en su cama, para que luciera más bonita, con tan mala fortuna, que tras colocarlas por su cuenta, la ratita bailarina, yacía sin cabeza, la mariquita había perdido su color, las mariposas no revoloteaban por las flores "arrugadas", sino fuera de la madera, y al darse cuenta de que lo he descubierto, por primera vez en la historia, ha agachado la cabeza, y se ha metido sola en la cama, sin cuento, ni beso, ni nada de nada, durmiéndose tristemente con un libro abrazado...
Mañana, con toda seguridad, destrozará las que quedan sin estropear.

martes, 11 de diciembre de 2012

Marraquech 2ª entrega y posteriores

Muchos días después, y mientras la pequeña no para de toser, acostada, tras contagiarnos a todos,  los vecinos ven una película en la tele a más decibelios que el "Movie record" ese de los cines..., a pesar de haber fallecido todos los ancianos sordos que habitaban esa vivienda, y el señor de nuestra casa descansa una vez más en su lugar de trabajo, prosigo con mi relato.
Olvidé comentar un detalle importante en la anterior entrega, y es, que estuvimos a punto de perder el avión a la ida, porque las pantallas de información, poseídas por el engaño, nos indicaron una hora de embarque que distaba de ser la correcta, y cuando aparecimos en la puerta, una señora nos recomendó que corriéramos, que perderíamos el avión, que no era momento de quejarse: ¡corran,corran!... decía sin parar.
Yo, corrí escaleras abajo, y conseguí parar el autobús que se dirigía al avión, volviendo a acordarme en ese momento de la  hipotética"multiaventura" contratada. Lo difícil fué intentar convencer a los encargados, de que mi marido necesitaba un poco más de tiempo para llegar, hasta que lo vieron aparecer, momento en el cual, ya no tuvieron duda de los motivos de su pequeña tardanza...
Los días transcurrieron con la serenidad de la que prescindimos habitualmente, paseando por las callejuelas llenas de cosas a la venta, comiendo y cenando comida árabe que nos encanta. Montando en dromedario...
Las noticias de casa, turbulentas, como siempre: la pequeña había cogido piojos.
En mi vida había visto ese modelo de insecto, y justo salimos de viaje y ocurre el evento. Tuvieron que lavar camas, toallas...
A la niña le impregnaron el pelo con una loción caducada para los efectos , y, encima, un gorro de piscina (he tenido el privilegio de ver documentos gráficos de lo descrito). Por supuesto tó Cristo se lavó con Filvit, hasta mi padre, que pasaba por allí, como aquel que dice...
Conocimos en el viaje a un dentista y su pareja (no sabemos si declarada o no, porque andaban demasiado acaramelados para tratarse de una relación establecida...), y a un torero y su apoderado, que claramente habían ido a una sola cosa ( no es tema a tratar en un blog para todas las edades).
En un momento, estábamos montados en el avión de vuelta, que por cierto, nos hicieron abandonar en una primera instancia, porque el capitán había detectado unos problemas "eléctricos".
No quise pensar en qué tipo de problemas podrían acaecerle al avión, y menos cuando nos montaron en el mismo una hora después, teniendo claro que no podían estar resueltos con toda seguridad, y que sólo el destino haría que no le pasara nada al avión...
Al volver, la rutina se instauró al segundo, los abuelos huyeron cojeando, dejando incluso enseres por el camino, y en un momento, los niños habían conseguido exasperarnos, como de costumbre. Lo suficiente para poder proclamar el famoso "hogar, dulce hogar..."