Muchos días después, y mientras la pequeña no para de toser, acostada, tras contagiarnos a todos, los vecinos ven una película en la tele a más decibelios que el "Movie record" ese de los cines..., a pesar de haber fallecido todos los ancianos sordos que habitaban esa vivienda, y el señor de nuestra casa descansa una vez más en su lugar de trabajo, prosigo con mi relato.
Olvidé comentar un detalle importante en la anterior entrega, y es, que estuvimos a punto de perder el avión a la ida, porque las pantallas de información, poseídas por el engaño, nos indicaron una hora de embarque que distaba de ser la correcta, y cuando aparecimos en la puerta, una señora nos recomendó que corriéramos, que perderíamos el avión, que no era momento de quejarse: ¡corran,corran!... decía sin parar.
Yo, corrí escaleras abajo, y conseguí parar el autobús que se dirigía al avión, volviendo a acordarme en ese momento de la hipotética"multiaventura" contratada. Lo difícil fué intentar convencer a los encargados, de que mi marido necesitaba un poco más de tiempo para llegar, hasta que lo vieron aparecer, momento en el cual, ya no tuvieron duda de los motivos de su pequeña tardanza...
Los días transcurrieron con la serenidad de la que prescindimos habitualmente, paseando por las callejuelas llenas de cosas a la venta, comiendo y cenando comida árabe que nos encanta. Montando en dromedario...
Las noticias de casa, turbulentas, como siempre: la pequeña había cogido piojos.
En mi vida había visto ese modelo de insecto, y justo salimos de viaje y ocurre el evento. Tuvieron que lavar camas, toallas...
A la niña le impregnaron el pelo con una loción caducada para los efectos , y, encima, un gorro de piscina (he tenido el privilegio de ver documentos gráficos de lo descrito). Por supuesto tó Cristo se lavó con Filvit, hasta mi padre, que pasaba por allí, como aquel que dice...
Conocimos en el viaje a un dentista y su pareja (no sabemos si declarada o no, porque andaban demasiado acaramelados para tratarse de una relación establecida...), y a un torero y su apoderado, que claramente habían ido a una sola cosa ( no es tema a tratar en un blog para todas las edades).
En un momento, estábamos montados en el avión de vuelta, que por cierto, nos hicieron abandonar en una primera instancia, porque el capitán había detectado unos problemas "eléctricos".
No quise pensar en qué tipo de problemas podrían acaecerle al avión, y menos cuando nos montaron en el mismo una hora después, teniendo claro que no podían estar resueltos con toda seguridad, y que sólo el destino haría que no le pasara nada al avión...
Al volver, la rutina se instauró al segundo, los abuelos huyeron cojeando, dejando incluso enseres por el camino, y en un momento, los niños habían conseguido exasperarnos, como de costumbre. Lo suficiente para poder proclamar el famoso "hogar, dulce hogar..."
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