Casi todo el mundo conoce el citado juego del título de hoy, en el que dos jugadores intentan adivinar el personaje del otro, tras realizar unas pocas preguntas de los más sencillas (bueno, aunque dado el CI de algunos que van sueltos por la calle, lo de sencillas se podría puntualizar...).
En este caso, conozco tres nuevas versiones del citado juego: de mayor a menor edad, para que concuerde con los niveles de dificultad.
La menor dificultad es jugar con un niño que, medio acepta las normas, no chupa los paneles, y aunque haya pequeños problemas iniciales para elegir el personaje que el otro debe averiguar, consigue finalizar cada ronda sin demasiados contratiempos, excepto, por supuesto, el tema de no ganar, que ninguno sabe llevar bien, y que supone no más de dos partidas hasta la decisión de dejarlo.
Si ponemos el nivel dos, nos encontramos con una niña, que casi comprende de qué va el juego, pero no acepta las normas, y además de preguntar preguntas de lo más raras, que en ocasiones no tienen relación alguna con el aspecto físico de los personajes, opta por engañar en cada una de sus respuestas, para que el contrincante no logre ganar nunca, con lo que, igualmente, tras enfurecer al personal, no juega más de dos partidas.
Y llegamos al nivel tres, en el cual, aparece una niña aún menor, pero no por ello menos perversa, que comprenderá de qué va el juego dentro de unos meses, porque ahora no creo que lo tenga claro, que jamás aceptaría ninguna norma, y cuya partida dura pocos segundos, porque tras preguntar algo al tun tun, que le suena que sus hermanos preguntan, empieza a tachar todos los personajes de su panel y del contrincante, no permitiendo mayor dilucidación que la de decidir abortar el intento de jugar con ella.
Por supuesto, todo lo arriba mencionado se da en un ensayo de laboratorio, donde las circunstancias son óptimas , están alejados en tiempo y espacio unos de otros, y el adversario es un adulto.
Porque si juegan entre ellos, Dios no lo quiera, la cosa se tuerce de lo más, acabando los paneles volando por los aires, las tarjetas arrugadas, alguno llorando con un mordisco en el brazo u otra localización accesible , mis oídos sordos de sus chillidos, y, finalmente todos van a parar a la escalera, lugar de reunión habitual de los habitantes de esta casa.
También disponemos del juego del ahorcado, pero, como en Irma la Dulce, eso ya sería otra historia...
¿ No crees que es un poco pronto para los niveles 2 y 3 para el citado juego?. En cuanto al nivel 1 tienes que dejarle ganar de vez en cuando como hemos hecho otros antes con nuestros respectivos retoños. Todos los niños quieren ganar siempre y aunque también deben aprender a perder, tiempo tienen en esta puta vida para ser unos perdedores.
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