viernes, 30 de diciembre de 2011

Hogar, dulce hogar

Estaríamos cenando con unos amigos, si no fuera por lo mucho que apreciamos estar en casa, con los tres durmiendo placenteramente en sus camas.
Antes de ayer, ya tuvimos bastante con un intento de quedar en el centro comercial con varios amigos, todos con hijos. Parecíamos sacados de un manicomio. Sin hablarnos casi, unos cogían unos cuantos niños y los montaban en atracciones de euro, mientras otros se llevaban al cuarto de baño a aquellos que deseaban defecar u orinar con premura, y otras ibamos a una tienda donde hay un miniparque de bolas gratis, y allí se meten un rato para poder al menos charlar cinco minutos. Tuvimos que esperar, eso sí, a que la empleada adecentara el cubículo colorido, porque una nena había tenido a bien mearse en su ropa y medio parque.
La mitad de las veces no sabía dónde estaban mis hijos. Perdí mi móvil, y resulta que lo había dejado, voluntariamente, en la mesa de la cafetería en la que hicimos un intento de tomar café. Algunas de las parejas fueron desapareciendo sin que me pudiera ni despedir, y al fin, tras 15 minutos de cola, dejamos a los infantes a colorear gratis una hora (por los pelos, porque sólo caben 25 niños y cuando una de las gemelas que regentan el garito nos vió debió pensar: madre mía, otra vez estos, pero se compadeció y nos dejó entrar los penúltimos).
Una hora de descanso al fin, y a recorrer tiendas a lo loco (últimamente, si me gusta algo lo cojo, y ni siquiera me lo pruebo. No hay tiempo, y hay que optimizar...), y a actualizarnos de lo que ocurre de año en año, que es lo que podemos vernos en nuestras circunstancias .
Aunque lo mejor del día ya había acontecido a primera hora de la mañana: habíamos encontrado a la mediana durmiendo en el suelo del cuarto de baño. Eso sí, con la bata puesta, no creáis, lo que atenuó en un pequeño porcentaje su delito. Debió levantarse a hacer pis, y hasta se limpió y todo, pero lo que pasó después por ese cerebro, para decidir que ese era el mejor sitio para proseguir durmiendo, es una auténtica incógnita . No conseguí que me diera ninguna explicación lógica, ni tampoco lo contrario. Os invito a hacer las hipótesis oportunas , aunque lo más razonable en ella es pensar que fué porque le dió la gana.
No es la primera vez que busca, de noche, lugares sofisticados donde dormir. Hace unos meses, cuando su padre puso los pies en la alfombra nueva, pisó algo molloso y era ella, que almohada y todo, se había trasladado , no sabemos a qué hora de la noche, a ese nuevo emplazamiento.
 Tal vez nos remontemos a algún tipo de antepasado árabe o español, quizá de hace miles de años

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